En un país como Colombia, donde el hambre no es solo ausencia de comida, sino también de oportunidades, existe una red profundamente humana que nutre algo más que cuerpos: alimenta caminos, reconstruye dignidad y enciende esperanza. ABACO, la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia, lidera este movimiento que articula a más de 8.000 organizaciones en todo el país y que llega a más de 1,4 millones de personas con alimentos de gran valor nutricional, estrategias efectivas y, sobre todo, una convicción firme: sí se puede transformar la realidad.
Uno de los pilares fundamentales de esta labor es el rescate de alimentos perecederos. Gracias al programa Reagro, que conecta directamente con agricultores para salvar productos frescos desde el origen, se reduce el desperdicio y se entregan a quienes más lo necesitan. Solo en 2024, más de 10.000 toneladas de frutas y verduras fueron rescatadas, transformando lo que antes se perdía en alimento, en salud, en posibilidad.
Actualmente, esta red está compuesta por 26 bancos de alimentos, 45 centros de acopio, más de 28.000 m² de almacenamiento, 4.203 parroquias aliadas y más de 17.000 voluntarios. Pero lo más importante es su impacto: el año pasado 2024 se entregaron 48.211 toneladas. Esta estructura, sostenida por el compromiso de empresas, campesinos, instituciones religiosas, medios de comunicación y ciudadanos de a pie, demuestra que cuando un país se une, los sueños se hacen realidad.
ABACO no solo distribuye comida: también investiga, reflexiona y propone. Su Observatorio de Nutrición Infantil, el más completo de América Latina, permite comprender en profundidad los efectos devastadores de la desnutrición. Un niño con desnutrición crónica pierde, en promedio, 14,6 puntos de coeficiente intelectual, cinco años de escolaridad y gran parte de sus posibilidades de salir de la pobreza. Por eso, desde la evidencia, ABACO diseña estrategias integrales que abordan las causas y no solo los síntomas. Porque, en palabras de su director, Juan Carlos Buitrago: los niños bien alimentados crecen más sanos, más inteligentes, más felices.
En Nariño, la realidad es compleja: 15.860 casos de desnutrición crónica y 261 niños con desnutrición aguda en Pasto. Aunque no se han registrado muertes por esta causa en la ciudad, el 38% de la población vive con estrategias de afrontamiento alimentario: comen menos, de menor calidad, se endeudan o simplemente se saltan comidas.
Pero Pasto también es ejemplo de compromiso y acción. A través del Banco de Alimentos de la Diócesis de Pasto, y con el respaldo de ABACO, se ha logrado multiplicar la capacidad de respuesta. Lo que antes se hacía en taxis, hoy se moviliza en camiones. Más de 500 toneladas anuales circulan gracias a una red donde la fe y la acción social van de la mano.
Monseñor Juan Carlos Cárdenas, obispo de la diócesis, lo ha dicho con claridad: se necesita innovación, creatividad y apoyo para continuar una labor que, si bien se fortalece en su red institucional y fundaciones diocesanas, también enfrenta grandes desafíos, especialmente en las zonas rurales.
Hoy, desde la diócesis, sueñan con una sede propia: un espacio con capacidad de transformación agropecuaria, comedores comunitarios y zonas recreativas donde el alimento no solo sea sustento, sino también dignidad.
«Mientras el camión avanza, el hambre retrocede», dice el director del Banco de Alimentos de Pasto. Esa frase resume el espíritu de esta red: no se trata solo de llenar estómagos, sino de sembrar esperanza. De alimentar proyectos de vida. De demostrar que el hambre no es un destino, sino un desafío que podemos vencer juntos.
Colombia necesita redes que abracen, que sostengan y que movilicen. ABACO lo está haciendo. Y tú, ¿qué esperas para unirte a esta causa?