El departamento de Nariño vuelve a ser escenario de un hecho que ha estremecido a la opinión pública
Ha sido viral la brutal agresión contra Carolina Potosí, una mujer que fue golpeada por su pareja sentimental hasta quedar inconsciente, los hechos ocurrieron en un establecimiento público ubicado en la Avenida Las Américas.
Las cámaras de seguridad del lugar registraron el momento exacto en que el sujeto, sin ningún tipo de consideración, desató una feroz golpiza, dejando a la víctima en un estado crítico de salud. Carolina fue trasladada de urgencia a un centro asistencial, donde los galenos atendieron la emergencia dado su delicado estado.
Este caso ha desatado una ola de indignación en diferentes sectores sociales, que han alzado su voz de protesta frente a la gravedad del hecho y la necesidad urgente de frenar la violencia de género.
En ese sentido, las autoridades locales han respondido activando de inmediato la ruta de atención a víctimas, la cual permite la presentación formal de la denuncia, dando inicio al proceso investigativo que busca judicializar al victimario.
Sin embargo, más allá de este caso particular, el incidente pone nuevamente sobre la mesa la cruda realidad que enfrentan cientos de mujeres en Nariño cada año. A pesar de las campañas institucionales de prevención, atención y sensibilización frente a las distintas formas de violencia —física, psicológica, económica o verbal—, los registros oficiales siguen reflejando cifras alarmantes que evidencian que los esfuerzos aún son insuficientes, dado el marcado machismo en la región.
La violencia contra la mujer en Nariño no solo deja secuelas físicas, sino también profundas heridas emocionales y sociales. Muchas de las víctimas no denuncian por miedo, dependencia económica o desconfianza en el sistema judicial, lo que perpetúa el círculo de violencia y vulnerabilidad.
Sin duda alguna, este aberrante caso debe ser un llamado urgente a la acción integral: fortalecer los mecanismos de protección, garantizar justicia efectiva, intensificar la educación en equidad de género desde edades tempranas y, sobre todo, generar un cambio cultural profundo que erradique la normalización de la violencia en los hogares, en los espacios públicos y en la sociedad en general.