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En un emotivo y solemne funeral celebrado en la Basílica de San Pedro, el mundo entero se despidió del Papa Francisco, el pontífice que marcó una era con su sencillez, su cercanía a los más pobres y su incansable llamado a la misericordia.
Miles de fieles se congregaron en la Plaza de San Pedro desde la madrugada, bajo un cielo plomizo que parecía acompañar el dolor colectivo. Líderes religiosos, jefes de Estado y ciudadanos anónimos de todos los rincones del planeta viajaron a Roma para rendir homenaje al primer Papa latinoamericano de la historia, que conquistó corazones dentro y fuera de la Iglesia.
Fue una ceremonia cargada de simbolismo y palabras de profundo agradecimiento. No hubo pompa excesiva, como Francisco había solicitado en vida: «Un funeral sencillo, por favor», había escrito en sus instrucciones finales. Fiel a su estilo, el féretro de madera humilde recordaba su amor por la austeridad y su permanente renuncia a los privilegios.
Desde su elección en 2013, Jorge Mario Bergoglio, supo imprimir un nuevo rostro al papado. Su gesto de asomarse al balcón del Vaticano pidiendo una oración por él, antes de bendecir al mundo, fue apenas un anticipo de su pontificado marcado por el diálogo, la apertura y el servicio. En tiempos de divisiones y tensiones, Francisco tendió puentes, impulsó reformas, defendió a migrantes y clamó por el cuidado de la «casa común» en su encíclica “Laudato Si”.
Durante la homilía, se le recordó cómo el Papa que supo «hacer tangible el rostro misericordioso de Dios en un mundo herido por la indiferencia y la violencia». También se destacó su lucha incansable contra la cultura del descarte y su abrazo constante a quienes sufrían, fueran quienes fueran.
En distintos puntos del planeta, se celebraron misas, vigilias y actos en memoria del pontífice. En Buenos Aires, su ciudad natal, miles de argentinos se reunieron en la Catedral Metropolitana para recordar al «cura villero» que nunca olvidó sus raíces humildes. En África, Asia y Europa, comunidades enteras elevaron plegarias por el hombre que soñó con una Iglesia «en salida», capaz de llegar a las periferias humanas y existenciales.
El Papa Francisco deja un legado de compasión, diálogo y valentía. Su muerte marca el fin de un capítulo crucial en la historia contemporánea de la Iglesia católica, pero su mensaje de amor incondicional, solidaridad y esperanza seguirá resonando en los corazones de millones.
Hoy, el mundo despide no solo a un gran líder religioso, sino a un auténtico testigo de la fe vivida con humildad y misericordia.