Preocupación entre el sector productivo de la región por los constantes taponamientos de la principal arteria vial del departamento de Nariño.
En lo corrido de 2024 ya son 13 las oportunidades en que, por diferentes motivos se interrumpe el paso entre Popayán y Pasto, lo cual no solo afecta al gremio transportador, sino que en términos generales encarece la vida en esta comarca.
La comunidad de Rosas y el sector de La Sierra, han sido quienes más han manifestado su descontento por lo que ellos califican como incumplimientos por parte del gobierno central. Cabe recordar que, en enero de 2023, un deslizamiento de tierra de grandes proporciones tuvo incomunicada por vía terrestre al sur del Cauca y Nariño, y aunque en su momento el presidente Gustavo Petro, anunció que en tres meses estaría resuelto el problema, la verdad es que hasta la fecha seguimos padeciendo inconvenientes no menores en el sector transporte.
Con bombos y platillos se anunció que se construiría una variante que terminó siendo un dolor de cabeza para conductores y viajeros por cuanto no cumplía las condiciones técnicas para permitir el paso de vehículos de mayor capacidad, esto además afectó otras vías secundarias por donde en un principio se pretendió generar tráfico vehicular.
Los campesinos de la zona han denunciado insistentemente que los dejaron solos y que las promesas de las autoridades no se han cumplido, es más ni siquiera han comenzado las tareas de readecuación de esas vías alternas, tampoco el tema de reubicación de las familias que resultaron afectadas por el derrumbe en el sector de chontaduro, después de un año y tres meses las medidas tomadas son insuficientes.
Tal parece que no hay dolientes ante la cruda realidad que viven los departamentos del sur de Colombia, que en una clara desventaja ven cada día más lejano ese sueño de transformación y competitividad del que tanto se habló en época electoral.
La falta de maestros, la ausencia de escuelas, servicios básicos insatisfechos y muy pocas opciones de trabajo legal han llevado a los habitantes cercanos a la Panamericana, a tomar las vías de hecho para hacerse escuchar, lo complicado del asunto es que no se sabe si es el único mecanismo que tienen para hacerse visibles. Hay quienes afirman que protestar en la vía se ha convertido en un “deporte nacional”, que por todo se obstaculiza el corredor internacional sin que se le dé la seriedad que amerita.
Lo cierto es que esta situación afecta más a las comunidades de los departamentos históricamente olvidados por el sistema y de los cuales parece no acordarse el poder ejecutivo, si antes el promedio de protestas por año era de 16, hasta la fecha, sin que se llegue al primer semestre del 2024, ya se contabilizan 13; esto agravado por la situación de violencia, con atentados que hace pocos días afectaron la autopista.
No solo son Cauca y Nariño los perjudicados por el cierre continuo de la Panamericana, también el gremio de industriales del Valle del Cauca, se ha pronunciado pidiendo se brinde la atención requerida a la problemática del suroccidente, pues al ser esta una vía internacional también se está frenando el comercio con Ecuador, que es un aliado estratégico para el desarrollo socioeconómico de esta sección del País.
Las pérdidas diarias por la falta de comunicación terrestre superan los 13 mil millones de pesos, mientras que para los conductores de vehículos pesados las pérdidas podrían estar entre 600 y 700 millones; por donde se mire el panorama es gris, no hay soluciones reales a la vista para los habitantes de la región que ven en el comercio una gran fuente de empleo, ya que se adolece de una infraestructura industrial sólida especialmente en Cauca y Nariño, zonas azotadas por la violencia, el narcotráfico y la indiferencia estatal.
Urge llamar a la bancada parlamentaria del sur occidente, a los gobernadores y alcaldes, a la comunidad en general para sumar esfuerzos y encontrar otras formas de hacerse sentir para gestionar recursos que apalanquen verdaderos proyectos de transformación regional para no depender de una sola vía y así romper ese ciclo que al contrario de ser una solución es un lastre, un laberinto que nos condena al atraso.