Desde hace más de 5 meses, cientos de familias de la zona rural de Samaniego, y otras tantas de Santacruz de Guachaves, comenzaron un éxodo masivo hacia el casco urbano de sus poblaciones para resguardarse de los constantes enfrentamientos ente las disidencias de las Farc y el Eln, que mantienen una férrea rivalidad por el control territorial.
Si bien, algunas ayudas gubernamentales han llegado a los sitios de concentración que albergan a esta comunidad desplazada, no han sido suficientes para por lo menos procurar una estancia digna, las condiciones de los humildes campesinos son precarias y en varias ocasiones se han presentado enfermedades virales, producto del hacinamiento.
A las autoridades nacionales y departamentales, les ha faltado interés y voluntad para atender y solucionar el problema de orden público en la región, dejando desamparadas a estas familias que no tuvieron otra opción que abandonar sus parcelas, encontrando en Samaniego, un panorama bastante complejo; no hay opciones de trabajo, la alimentación es escasa y la intervención del estado es tardía y deficiente.
Ante este triste horizonte, varias familias han decidido volver con los temores que genera la incertidumbre de no tener garantías para vivir en paz, solo con el rumor de un posible acuerdo de no agresión entre los comandantes de las dos estructuras armadas que se enfrentan en la región de Abades, según los propios líderes, no hay nada confirmado solo versiones de un posible pacto, así que han pedido no solo el acompañamiento institucional, sino el respeto por la población civil a los actores armados.
La queja constante es que se han hecho muchas reuniones y puestos de mando unificados, con promesas que al final no se cumplen, por ello, la gente se ve forzada a retornar en medio del temor que genera la violencia desbordada; insisten en que estos territorios están abandonados y que no hay acciones a la vista que permitan recobrar la tranquilidad de otras épocas. Recalcan sobre la importancia de la puesta en marcha de proyectos productivos con el apoyo del estado colombiano y en la regionalización de los diálogos de paz, para mitigar las acciones del conflicto armado.
Habitantes de 23 veredas empezarán la marcha para regresar a sus territorios de forma paulatina, aunque no haya nada concreto en torno a condiciones dignas de vida y un cese al fuego que respete a quienes no hacen parte del conflicto, “no hay de otra” dicen en voz baja, un susurro producto de una mezcla de sentimientos, entre el miedo, la incertidumbre y la esperanza.