Escribir sobre la muerte de un compañero de labores, no es nada fácil, más cuando esa persona ha sido maestro, amigo y colega durante tantos años. La vida de Oswaldo Flórez Andrade, siempre estuvo marcada por las letras, su amor por la lectura, la poesía y el buen uso del lenguaje, fueron características en el desempeño profesional de este ilustre hijo del Galeras.
Dueño de un fino humor y gran capacidad de análisis, se ganó a pulso un lugar entre los más destacados comunicadores de esta región, incluso destacándose a nivel nacional; ganador de merecidos reconocimientos por diferentes trabajos periodísticos, pero sobre todo un excelente ser humano y amigo.
Como docente supo orientar con acierto a quienes desde las aulas les compartió sin egoísmo su vasto conocimiento, sus clases eran amenas, llenas de anécdotas, risas, y buenos contenidos pero sobre todo de sentido crítico, pensamiento profundo y respeto por este maravilloso oficio del ser periodista.
La vida, nos premió después con el privilegio de ser compañeros de trabajo, su puntualidad, seriedad al contrastar la información y una redacción impecable eran sello de su noticiero, siempre actual, siempre responsable y ético, al pie de la verdad, sin importar si el difundirla pudiera afectar esferas que suelen considerarse intocables.
Don Oswaldito, como cariñosamente le llamábamos en una mezcla de cariño y respeto por su trayectoria, era un hombre sencillo, amoroso con sus hijos a quienes trataba con especial ternura, recuerdo haberle visto en mas de una ocasión con uno de sus pequeños a quien abrazaba mientras preparaba el material para salir al aire, era sin duda una postal digna de enmarcar, un amor verdadero que no se guardaba nada.
Ese era Oswaldo Flórez, un apasionado por su trabajo, amante de la lectura y un buen salsero, conversador, amigo y colega dispuesto a darlo todo porque las cosas funcionaran bien, un hombre valiente que afrontó su enfermedad con la tranquilidad que le dio la sabiduría, pero que a pesar de las circunstancias no abandonó su oficio.
Cada mañana, aún cuando el sol apenas asomaba en el horizonte, ya el material de su noticiero Ecos de Nariño, estaba listo, con lujo de detalles, quienes le acompañamos en esta etapa sabemos de su esfuerzo, responsabilidad y dedicación, verdadero ejemplo y legado no solo para las nuevas generaciones de periodistas y comunicadores, sino para quienes tuvimos la fortuna de compartir y trabajar a su lado.
Hoy, le despedimos con la tristeza que dejan las partidas repentinas, pero con gratitud a Dios, por lo que fue la vida y obra de nuestro compañero. Oramos por su eterno descanso y sin dudarlo un instante, mantenemos la promesa de seguir trabajando porque su legado continúe en esta casa radial que hace muchos años tuvo el acierto de abrirle las puertas al gran ser humano y profesional que llegó para aportar, construir, enseñar y quedarse para siempre en el corazón de quienes le conocimos.
Nos hará falta cada mañana, la dirección de Oswaldo, pero entendemos que Dios, lo llamó a su presencia, porque en su infinita sabiduría supo que ya cumplió su misión en este mundo terrenal, ahora estará disfrutando de una vida plena, sin dolor, sin límites, escribiendo para el Divino Creador.
¡Adiós compadre!, como él solía decirnos al terminar sus labores, se adelantó en el camino pero para quienes creemos en Cristo, sabemos que ese paso algún día daremos y seguramente nos esperará con los brazos abiertos para dirigirnos nuevamente en una emisora en el cielo.
Por: Erasmo Escobar Santander.