Resulta evidente el desequilibrio que hay en la rectora del fútbol profesional en Colombia, cuando de comparar se trata, el “respaldo” que dicen tener para las competencias en las que participan las jugadoras que disputan la liga u otros torneos internacionales no se ve por ninguna parte.

Mientras el fútbol masculino goza de una estructura definida, con gran despliegue publicitario y recursos suficientes para que los jugadores ganen más que un médico, un abogado, o un maestro, y cuyo nivel competitivo es bajo, ya que en los últimos años no han logrado nada importante en competencias continentales u orbitales, siguen tratándolos como si fuesen las grandes estrellas.

En los torneos domésticos, los contratos laborales no pueden ser inferiores a un año, reciben además premios por clasificar a instancias finales y si son campeones hay otros incentivos, cosa que de alguna manera se ha convertido en un negocio, del que incluso ha habido reclamos por supuestos incumplimientos.

Caso contrario ocurre con las damas, que viven en la incertidumbre de si va a haber o no liga femenina, de cuantos equipos van a participar y sobre las condiciones del contrato, que salvo contadas excepciones no superan los 3 meses, con sueldos irrisorios, tanto así que muchas de las deportistas deben conseguir otros trabajos que nada tienen que ver con el fútbol, para poder sobrevivir.

Pero eso no es todo, a pesar del gran desempeño que ha tenido el fútbol femenino en competencias internacionales dejando en alto los colores de la bandera, para la dirigencia local no hay presupuesto para premios y son vistas como amateur, basta recordar la tristemente célebre frase de Ramón Jesurum, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, al ser cuestionado sobre un estímulo para la plantilla de jugadoras de la selección sub 17, que el año anterior se clasificó de manera anticipada al mundial que se disputará en Australia y Nueva Zelanda este 2023, la respuesta del directivo fue por demás descomedida: “¿A qué premios te refieres? Los premios solo se dan a los futbolistas profesionales, ellas son unas muchachas amateurs”, palabras que desataron una polémica mediática que con el tiempo se ha ido olvidando.

Sin embargo, en la ceremonia que cerraba el evento en el que el combinado nacional fue local, se vio a varios integrantes de la federación tomándose fotos y adjudicándose el logro como propio, lo cual resulta paradójico y hasta descarado.

La cereza del pastel la constituyen las transmisiones por YouTube, sin ninguna calidad, sin narración, sin generador de caracteres que indique cuales son los equipos en disputa y el tiempo de juego, no hay multicámaras, primeros planos o repeticiones para el espectador, tampoco utilizan ayudas tecnológicas como el VAR, así las cosas resulta despectivo el trato que la federación le otorga al fútbol femenino, que sin una liga seria, sin contratos estables, con sueldos de pobreza y sin medios de comunicación que apoyen y difundan, ellas logran con las uñas llenarse de gloria, en medio de la humildad que caracteriza a muchas de estas chicas que se formaron en el barrio jugando futbol con varones. Aquí no hay procesos que hagan estrellas, por si solas, con el esfuerzo de sus padres y de sus profesores brillan con luz propia, así la miopía de la burocracia en Colombia no las quiera ver como lo que son, auténticas guerreras que si sudan la camiseta y lo entregan todo en la cancha. 

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