Como un sitio turístico, cultural y social de importancia para la región y un ejercicio permanente para no olvidar lo ocurrido en el conflicto armado, la iglesia católica, apoya y difunde diferentes actividades que surgen desde la Casa de la Memoria.
En este sitio se cuenta la historia de la violencia por medio de la fotografía de quienes han sido golpeados por los actores del conflicto, cerca de mil registros se pueden ver en una de las salas adecuadas para tal propósito; donde no solo la familia de quienes han caído bajo el fuego que financia el narcotráfico, son quienes recuerdan a sus seres queridos, sino también sus coterráneos.
La pobreza, la falta de oportunidades laborales y la precaria infraestructura escolar sumada a la ausencia del estado, han contribuido a fomentar la presencia de grupos ilegales que se lucran del negocio de las drogas ilícitas.
Esta triste circunstancia, cambió la dinámica de muchas comunidades que de la noche a la mañana quedaron en medio de disputas territoriales de diferentes actores, el desplazamiento y los asesinatos se constituyeron en un lastre para la gente del común y las autoridades, esa historia muchas veces anónima es la que se cuenta en las diferentes salas de la casa museo.
La Diócesis de Tumaco, con esta iniciativa dignifica la memoria de los afectados, para que no sean olvidados, ni se repita entre las nuevas generaciones lo que se denomina una época de bonanza donde se ve el dinero fácil como una alternativa de subsistencia y de enriquecimiento rápido, sin saber que aquel espejismo es el preámbulo del dolor que producen entre personas inermes los hechos de sangre que enlutan a miles de familias del pacifico nariñense.
Según Johana Olaya, coordinadora de esta casa histórica uno de los objetivos principales es la reparación simbólica de las víctimas, pero también constituirse en un espacio de encuentro y re significación de las poblaciones marginadas, donde la cultura, la música y la danza son alternativas para sanar heridas, mantener vivas las tradiciones y costumbres como una forma de resistir pacíficamente en un territorio rico en recursos, con muchos talentos y potencialidades, que busca opciones reales de salir de la pobreza y del circulo vicioso que conlleva la industria ilegal de narcóticos.
Pero el alcance de la casa museo, no solo se queda en la denuncia y la memoria, sino también el accionar para lograr el cambio de los escenarios de guerra por gestos concretos de paz. Ana María Centeno, quien hace parte del equipo apoyado por la Pastoral Social, afirma que, “La Casa de la Memoria, busca visibilizar todas las actividades encaminadas a fortalecer una educación por la paz, desde las instituciones escolares, profesores, estudiantes, colectivos culturales y líderes del territorio, que a través de manifestaciones simbólicas apoyan la construcción de redes de paz que salvaguarden la vida y la integridad de los pobladores del puerto de Tumaco” – Concluyó la joven activista.